Pedro Varela abdica el carácter proyectista que el dibujo podría tener, para incluirlo, experimentarlo y condensarlo en la pintura. La instancia del dibujo y de su delicadeza mas sutil están presentes, es una pintura que se alimenta del dibujo y viceversa. La acuosidad del acrílico utilizada por el artista reordena aquello que podríamos considerar un error. Las marcas, texturas y manchas tejen una ambientación que refuerza la idea de una naturaleza en constante movimiento y cambio. Ese lado etéreo, construye un juego de sombras y volúmenes que denota la suspensión de la materia. En la obra de Varela, el “modelo tradicional” de naturaleza muerta es substituido por una vegetación que habita zonas fronterizas entre fantasía y realidad. Sus naturalezas muertas varían entre un estereotipo de la tropicalidad y lo kitsch. A través de figuras reconocibles, el artista nos sumerge en mundos que podrían existir pero que aún esperan ser descubiertos.
París
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